Originalmente se decía «No hay atutía» o «No hay tutía». La atutía o tutía aparecía en el Diccionario de la lengua castellana de 1770, definida como «el hollín que se levanta de la fundición del cobre, y reducido a polvos o a ungüento que sirve para varias medicinas, principalmente para enfermedades de los ojos». Cuando en la antiguas farmacias decían «no hay atutía» implicaba que se había terminado el medicamento que pedía el enfermo. Hoy el Diccionario de la RAE la define como un ungüento medicinal hecho con óxido de cinc, generalmente impurificado con otras sales metálicas.
Con el paso del tiempo, varió la grafía original de la frase y se pasó a decir y escribir «no hay tu tía» (aunque la RAE recomienda escribir «no hay tutía») para expresar que algo no tiene remedio, o que no hay esperanzas de alcanzar lo que se desea , tal y como explica Rubén Gil en su Diccionario de anécdotas, dichos, ilustraciones, locuciones y refranes. Pero lo cierto es que tiene poco que ver con la ausencia de un pariente tan entrañable como nuestra tía…